Los reyes magos han llegado cargados de regalos envueltos en toneladas de materiales que una vez abiertos se convertirán instantáneamente en residuos.
Este es un artículo de opinión publicado en La Vanguardia.
A lo largo del día de hoy los contenedores se irán llenando hasta rebosar de cajas y envoltorios de todo tipo. Los reyes magos han llegado cargados de regalos envueltos en toneladas de materiales que una vez abiertos se convertirán instantáneamente en residuos. Los propios regalos vendrán a sustituir en muchos casos otros objetos, juguetes y utensilios que, habiendo terminado su ciclo de vida, también acabarán en la basura. De todos los materiales desechados durante estas navidades el plástico será el más abundante y también el más difícil de reciclar (incluso suponiendo que se ha depositado en el contenedor o el punto de recogida correspondiente).
Después de un año en el que la alarma sobre nuestra “huella plástica” sobre el planeta se ha dejado escuchar de forma más clara y alta que nunca nuestros hábitos de consumo no parecen dar muestras de estar cambiando. Y es que, tal como afirma la profesora de la Universidad de Berkeley Minoo Moallem, el plástico “es ya una parte de lo que somos”. Un estudio estima que a lo largo de los últimos setenta años se han fabricado más de ocho mil millones de toneladas métricas de plástico y que la mitad de éstas han sido producidas durante la última década. ¿Lo más preocupante? El 91% de todo este plástico ni se ha reciclado ni se reciclará: se amontona en los vertederos, en las cunetas y en los océanos.
Desde su expansión a escala industrial a mediados del siglo XX el plástico ha transformado la sociedad de forma radical, mejorando nuestras vidas en ámbitos tan vitales como la alimentación o la sanidad. El plástico también revolucionó el comercio y sirvió para democratizar infinidad de bienes y recursos imprescindibles para el progreso a nivel global. El plástico, tal como afirma Charles J. Moore ha servido como “lubricante para globalizacion”. Para lo bueno y para lo malo, cabría añadir.
El primer paso para afrontar el impacto masivo del plástico en nuestro planeta es reconocer sus cualidades únicas y su revolucionaria capacidad para transformar y hacer avanzar el mundo. Solo así podremos discriminar con verdadero criterio su uso de su sobreuso y establecer estrategias de diseño que puedan reducir su aplicación, plantear nuevas formas de reciclaje y reutilización o proponer materiales alternativos. Esto último supondrá, sin lugar a dudas, una de las áreas de investigación y trabajo más interesantes y productivas, puesto que las posibilidades de los nuevos materiales son infinitas. Tal como señala Robert Thompson, director científico del centro de materiales MATERFAD, muchos de estos materiales son derivados del plástico pero sus características únicas en cuanto a reciclabilidad o biodegradabilidad los hacen absolutamente distintos de sus parientes más nocivos y problemáticos.
Pero antes de que los diseñadores y los especialistas en nuevos materiales puedan empezar a trabajar la responsabilidad recae en las administraciones, que deberían empezar a examinar detenidamente esta problemática para comenzar a regular urgentemente los usos del plástico. La responsabilidad también recae en cada uno de nosotros, usuarios y consumidores de productos que incorporan el plástico de forma directa o indirecta. Somos nosotros, con cada una de nuestras pequeñas decisiones personales quienes debemos empezar a desplegar nuevos valores y definir nuevos patrones de consumo que sirvan para revertir el actual modelo de producción y aplicación del plástico, un material que, tal como explica Susan Freikel en su libro «Plastic: a toxic love story», fue inicialmente moldeado por nosotros pero ha terminado moldeando lo que somos.
Autor: La Junta del FAD